En noviembre de 2024, se logró un acuerdo de alto el fuego entre Israel y Hezbolá, poniendo fin temporalmente al conflicto en curso en la región. Si bien el presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, y su equipo desempeñaron un papel significativo en la facilitación de las negociaciones, es importante reconocer la influencia del expresidente Donald Trump en la dinámica actual de Oriente Medio. El enfoque poco ortodoxo de Trump hacia la política exterior y su mensaje claro durante su campaña electoral tuvieron un impacto profundo en los líderes israelíes y libaneses, quienes buscaron alinear sus acciones con lo que creían que Trump querría una vez que regresara al poder.
La victoria electoral de Trump envió una fuerte señal a los líderes mundiales de que priorizaba la estabilidad y el fin de los conflictos. Este mensaje resonó particularmente con el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu, quien había estado buscando una manera de resolver las tensiones con Líbano. Los esfuerzos de acercamiento de Trump hacia los árabe-estadounidenses, incluidos figuras influyentes como el empresario libanés-estadounidense Massad Boulos, cimentaron aún más la creencia de que podría lograr una resolución pacífica. Boulos incluso llegó a afirmar que si Trump fuera elegido, actuaría de inmediato para poner fin a la guerra en Líbano.
Durante las reuniones entre funcionarios israelíes y el equipo de Trump en el resort Mar-a-Lago antes de su inauguración, quedó claro que Trump esperaba avances en un alto el fuego incluso antes de asumir el cargo. Esta expectativa se transmitió directamente al ministro israelí de Asuntos Estratégicos, Ron Dermer, durante sus discusiones. La presión de Trump y su equipo sin duda empujó a ambas partes hacia la consecución de un acuerdo.
El reciente alto el fuego negociado marca un paso importante hacia la desescalada en la región. Bajo este acuerdo, las fuerzas israelíes se retirarán gradualmente del sur del Líbano mientras Hezbollah se mueve al norte del río Litani, tal como lo manda una resolución de la ONU de 2006. Líbano reforzará su presencia al sur del río con 10,000 tropas adicionales durante un período de transición de 60 días. Además, se informa que Hezbollah ha acordado no contrabandear armas de Siria a Líbano para compensar aquellas destruidas en los ataques aéreos israelíes.
Sin embargo, la sostenibilidad del alto el fuego sigue siendo incierta. La ausencia de participación directa de Hezbollah en las negociaciones plantea preocupaciones sobre su compromiso con el acuerdo. Además, funcionarios israelíes han dejado claro que no dudarán en tomar medidas militares si Hezbollah viola los términos del alto el fuego y busca rearmarse. Esto plantea preguntas sobre la dependencia de Israel de árbitros estadounidenses y franceses para determinar violaciones y si esperarían una evaluación formal antes de responder.
En los próximos días, existen riesgos potenciales asociados con los chiitas libaneses que regresan apresuradamente a sus aldeas en el sur del Líbano, a pesar de las instrucciones de los ejércitos israelí y libanés de esperar hasta que las tropas israelíes se retiren gradualmente. Cualquier provocación percibida o infracción menor por parte de miembros de Hezbollah podría llevar a una escalada, provocando una respuesta rápida de ambas partes.
La decisión de Netanyahu de buscar un alto el fuego fue recibida con oposición dentro de su gabinete, particularmente de facciones ultranacionalistas que creen que este acuerdo desperdició una oportunidad para eliminar a Hezbollah por completo. Netanyahu ahora enfrenta presión de políticos de extrema derecha dentro de su gobierno que podrían presionar por una acción militar inmediata ante incluso provocaciones menores por parte de Hezbollah.
El alto el fuego no alcanza el objetivo original de Netanyahu de aplastar a Hezbollah de manera similar a como ha tratado a Hamas en Gaza. Mientras él argumenta que Hezbollah ya no es tan poderoso como antes, existen preocupaciones de que, sin desarme, el grupo podría reagruparse y continuar sus actividades con su arsenal existente de misiles, drones y cohetes.
El éxito de este alto el fuego también depende de cómo procedan los líderes de Hezbollah en Irán. Dadas las actuales dificultades económicas de Irán bajo el régimen de sanciones de Trump, parece haber poco interés en participar en una guerra por poder contra Israel en este momento. En cambio, Irán ha mostrado disposición para explorar conversaciones con Washington sobre su programa nuclear. Sin embargo, los funcionarios iraníes también han advertido que, si son provocados, Hezbollah podría utilizar sus armas más potentes, lo que podría cambiar la situación por completo.
Las próximas semanas y meses serán cruciales para determinar la longevidad de este alto el fuego. La comunidad internacional, liderada por Estados Unidos y Francia, jugará un papel crítico en la supervisión del cumplimiento y en abordar cualquier violación. Oriente Medio sigue siendo una región volátil con conflictos arraigados, y es esencial abordar el alto el fuego actual como un trampolín hacia una paz duradera en lugar de una resolución final.
En conclusión, si bien los esfuerzos del presidente Biden merecen reconocimiento por mediar el reciente alto el fuego entre Israel y Hezbollah, no podemos pasar por alto el impacto del ex presidente Trump en los cálculos de los combatientes en el Medio Oriente. El mensaje de Trump durante su campaña creó un ambiente donde los líderes buscaban alinear sus acciones con sus expectativas. El futuro de este alto el fuego depende de múltiples factores, incluyendo el compromiso de Hezbollah con el desarme, la respuesta israelí a posibles violaciones y el enfoque general de Irán bajo presión económica. A medida que se desarrollan los eventos, es crucial que los actores internacionales permanezcan vigilantes y comprometidos para asegurar una estabilidad duradera en la región.