El controvertido indulto del presidente Joe Biden a su hijo, Hunter Biden, puede haber sido una inevitabilidad impulsada por la familia, pero queda en nada en comparación con lo que se avecina. A medida que el presidente electo Donald Trump se prepara para su regreso a la Casa Blanca, está tomando forma una nueva era radical de indultos presidenciales, una en la que los indultos podrían convertirse no solo en escudos, sino en armas en una estrategia de guerra legal nuclear.
Un Nuevo Arsenal de Indultos
La decisión de Biden de indultar a Hunter subrayó el amplio y descontrolado poder de la presidencia para otorgar clemencia. La Corte Suprema enfatizó recientemente esta autoridad como una función central e inmune del poder ejecutivo. Sin embargo, Trump parece estar preparado para llevar este poder a extremos sin precedentes, usándolo tanto como un disuasivo como una recompensa en sus próximas batallas con enemigos percibidos.
Si Trump tiene éxito en instalar a Pam Bondi como fiscal general, a Kash Patel como director del FBI y a Pete Hegseth como secretario de defensa, reunirá un poderoso triángulo capaz de remodelar el sistema de justicia. El objetivo declarado de Trump es desmantelar lo que él llama la «armamentización» del gobierno, pero sus acciones sugieren un plan para escalar las mismas prácticas que critica.
Bajo este plan, Trump podría emitir indultos preventivos a sus aliados, protegiéndolos de la persecución federal antes de que sean acusados. También podría emitir indultos generales a los participantes del 6 de enero para reforzar la lealtad entre su base y demostrar su compromiso de proteger a aquellos que actúan en su nombre. Los indultos, en manos de Trump, podrían convertirse en municiones en una campaña de guerra legal contra adversarios políticos.
Los Riesgos de la Estrategia de Indulto de Trump
Aunque la autoridad de indulto de Trump es vasta, tiene límites. No puede proteger a sus aliados de los juicios a nivel estatal, dejando a figuras como Bondi, Patel y Hegseth vulnerables si se exceden. Además, aunque los indultos federales pueden absolver delitos, no protegen al gobierno—o a las personas involucradas—de demandas civiles que podrían resultar en daños.
La naturaleza impredecible de Trump añade otra capa de riesgo. Como se vio en su primera administración, la lealtad a Trump no garantiza protección. Ex asistentes y asesores, desde Reince Priebus hasta Rex Tillerson, aprendieron por las malas que su servicio no aseguraba la estabilidad laboral ni el favor. Aquellos que confían en los indultos de Trump pueden encontrarse excluidos del refugio contra desastres, golpeando la puerta mientras se toman decisiones al azar.
Una Nueva Era de Guerra Judicial
El enfoque de Trump plantea preguntas críticas sobre el futuro de la justicia y la independencia de las instituciones americanas. Sus afirmaciones de desmantelar la guerra judicial suenan vacías cuando se consideran su historia y la realidad inminente de sus planes. El Departamento de Justicia podría volverse más politizado, la independencia del FBI podría erosionarse, y las promociones militares podrían depender de la lealtad política en lugar de del mérito.
En un mundo ideal, la retórica de Trump sobre el fin de la guerra legal llevaría a reformas que aíslen las acusaciones de la política y fortalezcan la integridad institucional. Desafortunadamente, su historial sugiere lo contrario: un esfuerzo estratégico por convertir estas herramientas en armas mientras se disfraza el esfuerzo como un desarme.
Consecuencias para el Estado de Derecho
Si Trump lleva a cabo estos planes, las consecuencias podrían remodelar la justicia americana, convirtiendo el poder de indulto en una herramienta partidista en lugar de un instrumento de misericordia. Las posibles consecuencias se extienden más allá de su administración, estableciendo precedentes peligrosos que podrían socavar el estado de derecho durante años.
El indulto a Hunter Biden puede haber provocado controversia, pero estaba arraigado en la lealtad personal. La estrategia de indulto que Trump imagina es algo mucho más trascendental: un arsenal dirigido a los oponentes y un arma en manos de un presidente que ve el sistema de justicia como un campo de batalla.