En una reveladora y perturbadora noticia, mujeres arrestadas por los talibanes han compartido relatos desgarradores de haber sido sometidas a «brutales» violaciones y golpizas en las prisiones afganas. Estas mujeres, que fueron inicialmente arrestadas por mendigar bajo las draconianas nuevas leyes anti-mendicidad de los talibanes, describieron un aterrador ciclo de abuso sexual, tortura y trabajo forzado tras las rejas. Sorprendentemente, algunos niños también fueron detenidos junto a sus madres y sometidos a abusos, con informes de algunos que incluso fueron golpeados hasta la muerte.
La difícil situación de estas mujeres está arraigada en las graves circunstancias que enfrentan bajo el régimen talibán. Tras la ascensión del grupo al poder en 2021, se prohibió a las mujeres trabajar, dejándolas sin otra opción que recurrir a la mendicidad para conseguir dinero y comida para sus familias. La nueva ley de los talibanes prohibía a «personas sanas» con suficiente dinero para la comida de un día mendigar en las calles, lo que llevó a una masiva represión contra los mendigos. Según informes, casi 60,000 mendigos han sido detenidos por funcionarios talibanes solo en Kabul.
Una madre de tres hijos compartió su desgarradora historia, explicando que se vio obligada a mudarse a Kabul después de que su esposo desapareciera. Buscó ayuda de su concejal del vecindario, pero fue recibida con indiferencia y se le dijo que dependiera de la caridad de los transeúntes cerca de una panadería. Poco sabía que este acto de desesperación llevaría a su arresto por parte de funcionarios talibanes que le quitaron a su hijo por la fuerza antes de obligarla a subir a un vehículo. Pasó tres días y noches en una prisión talibán donde fue sometida a tareas serviles como cocinar, limpiar y lavar ropa antes de enfrentar el registro de huellas dactilares y registro biométrico. Cuando resistió esta violación de su privacidad, sufrió una brutal golpiza seguida de una violación.
Estas historias no son incidentes aislados; representan un patrón de violencia y abuso contra las mujeres en las prisiones afganas. Otra mujer, también arrestada por mendigar, compartió su ordeal de ser mantenida en la prisión de Badam Bagh durante 15 días. Como madre de una hija de cuatro años cuyo esposo las había abandonado, se vio obligada a limpiar y lavar platos mientras soportaba golpizas y violaciones junto a otras dos mujeres. El trauma infligido durante su tiempo en prisión la dejó profundamente marcada y deprimida.
De manera inquietante, incluso los niños pequeños que trabajaban como lustrabotas en las calles no fueron perdonados de la detención por parte de los talibanes. Una ex detenida relató haber sido testigo de las horribles muertes por golpizas de dos niños mientras estaba encarcelada. La atmósfera de miedo e intimidación dentro de la prisión impedía que alguien hablara en contra de estas atrocidades.
La ley anti-mendicidad de los talibanes incluye disposiciones para manejar el entierro de los mendigos que mueren bajo custodia si no tienen familiares o si su familia se niega a recoger sus cuerpos. Esta disposición refleja un desprecio cruel por la vida humana y subraya aún más la naturaleza opresiva de esta ley.
Si bien técnicamente hay asistencia disponible para aquellos categorizados como «desvalidos» al ser liberados de la detención, estas mujeres afirman no haber recibido ninguna ayuda en absoluto. Temerosas de volver a mendigar debido a la brutalidad de los talibanes, una mujer expresó su desesperación mientras ahora va de puerta en puerta en su vecindario recolectando pan duro solo para sobrevivir. Lamentó que se quedan solas sin recursos para quejarse sobre el régimen opresivo de los talibanes.
Estos relatos iluminan la aterradora realidad que enfrentan las mujeres bajo el régimen talibán en Afganistán. La comunidad internacional debe tomar medidas inmediatas para abordar estas graves violaciones de los derechos humanos. Es crucial que se ejerza presión sobre el régimen talibán para poner fin a estos actos atroces y garantizar justicia para aquellos que han sufrido a su manos.
Expertos y comentaristas advierten que tales abusos son indicativos de un deterioro más amplio de los derechos humanos bajo el régimen talibán. La comunidad internacional debe responsabilizar al grupo y proporcionar apoyo a los afectados. Además, se deben hacer esfuerzos para empoderar a las mujeres afganas y garantizar su seguridad, bienestar y acceso a la justicia.
Las implicaciones de estas revelaciones se extienden más allá de las víctimas inmediatas. Sirven como un recordatorio contundente de la urgente necesidad de un compromiso internacional sostenido en Afganistán, no solo para salvaguardar los derechos humanos, sino también para evitar que el país se convierta en un caldo de cultivo para el extremismo y el terrorismo. Las acciones de los talibanes amenazan no solo la vida y la dignidad de las mujeres afganas, sino también la estabilidad regional y la seguridad global.
A medida que el mundo lidia con esta perturbadora realidad, es imperativo que los gobiernos, organizaciones e individuos se solidaricen con las mujeres de Afganistán. Sus voces deben ser amplificadas, sus historias escuchadas y su sufrimiento reconocido. Solo a través de la acción colectiva podemos esperar poner fin a la pesadilla que enfrentan estas valientes mujeres y trabajar hacia un futuro más brillante para Afganistán.