Un alto oficial de las fuerzas nucleares de Rusia ha roto su silencio, ofreciendo un escalofriante vistazo a los entresijos del aparato militar de Vladimir Putin. En una entrevista exclusiva con la BBC, Anton—un desertor que huyó de Rusia tras negarse a luchar en Ucrania—reveló detalles impactantes sobre la preparación nuclear, la propaganda militar y los aterradores riesgos que enfrentan los desertores.
«Armas completamente posicionadas»: Base nuclear en alta alerta
Anton reveló que su base secreta de armas nucleares fue puesta en plena alerta de combate el día que Rusia invadió Ucrania, el 24 de febrero de 2022. “Antes de esto, solo realizábamos ejercicios. Pero el día que comenzó la guerra, las armas estaban completamente posicionadas,” le dijo a la BBC. Esto marcó una escalada drástica, con la postura nuclear convirtiéndose en un elemento central de la estrategia de Rusia para disuadir el apoyo occidental a Kyiv.
Las veladas amenazas nucleares de Moscú—combinadas con tácticas de guerra híbrida como ciberataques, desinformación y sabotaje—tienen como objetivo desestabilizar Europa y disuadir la ayuda militar a Ucrania. Las revelaciones de Anton pintan un cuadro de un ejército al borde, con protocolos estrictos y tensiones elevadas tras puertas cerradas.
La vida dentro de una base nuclear: un mundo de paranoia
Anton describió la base nuclear como una “sociedad cerrada” gobernada por medidas de seguridad draconianas. Los soldados estaban sujetos a un escrutinio constante, incluidos exámenes de detección de mentiras, y los dispositivos electrónicos personales estaban estrictamente prohibidos. Las visitas familiares requerían meses de aprobación anticipada por parte del FSB, el poderoso servicio de seguridad de Rusia.
El desertor sirvió en una unidad de respuesta rápida con un tiempo de despliegue de dos minutos. Desestimó las afirmaciones de expertos occidentales de que el arsenal nuclear de Rusia podría estar desactualizado o ser disfuncional, afirmando: “Puede haber algunas armas anticuadas en ciertas áreas, pero el país tiene un enorme arsenal nuclear.” Según la Federación de Científicos Americanos, Rusia posee aproximadamente 4,380 ojivas nucleares operativas, con 1,700 listas para uso inmediato.
Propaganda y violaciones éticas
El papel de Anton se extendió más allá de la seguridad. Se le ordenó dar conferencias llenas de propaganda, que él describió como profundamente poco éticas. “Nos dijeron que los civiles ucranianos eran combatientes y debían ser destruidos,” reveló. Al negarse a perpetuar lo que consideraba mentiras, Anton fue reasignado a una brigada de asalto.
Frente a un despliegue en las líneas del frente, Anton tomó una posición. Firmó una declaración rechazando participar en la guerra, lo que desencadenó un caso criminal en su contra. Con la ayuda de ‘Idite Lesom’, una organización de voluntarios que asiste a los desertores rusos, Anton logró huir del país, escapando de un sistema que no tolera la disidencia.
La creciente ola de deserción
La historia de Anton no es única. Según ‘Idite Lesom’, aproximadamente 350 soldados rusos buscan su asistencia cada mes. Sin embargo, los riesgos son inmensos. Se ha informado que al menos un desertor ha sido asesinado después de huir, mientras que otros enfrentan retornos forzados y juicios. A pesar de estos peligros, el número de aquellos que se niegan a luchar está aumentando constantemente, un testimonio del creciente desencanto dentro de las filas de Rusia.
Una advertencia de un desertor
El relato de Anton destaca la magnitud de la represión y la propaganda dentro de las fuerzas armadas de Rusia, así como la disposición del Kremlin para utilizar su arsenal nuclear como una herramienta de intimidación. Su deserción subraya una narrativa más amplia de resistencia, incluso dentro de los rígidos confines de la máquina militar de Putin.
A medida que la guerra en Ucrania se prolonga, el testimonio de desertores como Anton arroja luz sobre las profundas grietas que se están formando en el edificio militar de Rusia. Sin embargo, también sirve como un recordatorio sobrio de la amenaza nuclear que se cierne sobre un mundo cada vez más inestable.